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Las cuevas de Naica




La Cueva de los Cristales de NAICA se encuentra a 300 metros bajo tierra. Poblada de espectaculares y enormes cristales de selenita o "piedra de la luna", nos muestra su gran belleza, en un ambiente donde la apariencia de hielo contrasta -en la profundidad- con altas temperaturas. Y, a través de la magnificencia de sus cristales, nos conduce por multiplicidad de caminos: el científico, el tecnológico, el artístico, el filosófico y el de la magia de la naturaleza. Pero, también, nos confronta con una responsabilidad ineludible: nuestra obligación de protegerla y preservarla.

Escondida, a 300 metros bajo la tierra, La Cueva de los Cristales de NAICA ha esperando hasta ahora para mostrarnos su gran belleza. Una gran geoda de paredes rojas, un útero natural lleno de cristales de selenita, ó “piedra de la luna” llamada así por su color, brillo y transparencia. Tranquila y silenciosa, esta maternidad de piedra acogió lentamente el crecimiento de sus cristales al arrullo del agua, el calor, la oscuridad y el silencio durante más de un millón de años.

La Cueva de los Cristales de NAICA ha esperando hasta ahora para mostrarnos su gran belleza

Nos cautivan su belleza, sus dimensiones, su historia; descubrimos un sitio en el que la apariencia de hielo contrasta con un calor que mata; un ambiente ajeno, no humano, que nos atrapa y nos lleva a recuperar nuestra capacidad de contemplación y admiración por la naturaleza.

NAICA es un símbolo. Aparece en las profundidades de nuestro planeta cuando los seres humanos habíamos perdido la capacidad de asombro ante todo lo que en la superficie ya nos era conocido. Un viaje al interior de la tierra, pero también al interior de nosotros mismos, al invitarnos a la comprensión sobre su verdadera trascendencia y a un debate de actualidad sobre nuestra relación con la naturaleza y con nuestro planeta.

Sus cristales, espejos de múltiples facetas e imágenes, nos llevan por diversos caminos: el del conocimiento y la ciencia, para comprender cómo y cuándo pudo crearse esta obra de la naturaleza; el del desarrollo tecnológico, para poner a prueba nuestra capacidad de reto para sobrevivir en su interior y poder registrar en imágenes su gran belleza; el del arte, para poder compartir este patrimonio a través de las expresiones de hombres y mujeres sensibles a la belleza y la armonía, y el de la filosofía y la mística, por la magia y paz que nos comunica.

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